domingo, 15 de marzo de 2015

Adiós y Hola

Esta muy bien eso de las despedidas de película en el aeropuerto,de irte alejando con una lagrimilla hasta que desapareces entre el bullicio y las maletas,pero la realidad es que en mitad de la escena te van a parar,quitarte la mochila,el cinturón y hasta los zapatos y aun así pitas,te apartan a un lado para pasarte el aparatito del demonio con los brazos abiertos en T con tu madre aun viéndote y pierde todo el drama el asunto.
Ya pasado eso,estas mas perdido que nunca,y no sabes si deseas estar ya en el destino o dar la vuelta corriendo.
Flojera de piernas,nudo en la garganta,nervios,alegría,tristeza y por dios que no me pierdan la maleta.
Las azafatas y la mayoría de los pasajeros ya tienen acento argentino,hasta la musiquilla de fondo, y una pantallita frente al asiento te muestra el dibujito de tu avión y el mapa del mundo para recordarte la velocidad,temperatura y altura con la que te vas alejando de casa.
La vista es impresionante desde arriba,las lucecitas dibujan telas de araña sobre la tierra cada vez mas pequeñas.
Las primeras horas son sencillas,sigues cautivado por las sensaciones y las vistas, pero cruzar el gran charco es una oscuridad tan profunda e interminable que ahoga.
Los segundos se vuelven minutos, y estos en ganas de que te traigan comida que sorprendentemente sabe buena.
Buenos Aires aparece bien de madrugada gris,plomizo y húmedo y el trayecto de aeropuerto a aeropuerto y la espera,sume en un modo de actuar automático,como un sueño cortito en blanco y negro de los que preceden al gran sueño que recordaras a la mañana al despertar...atontado del viaje vamos.
Y de nuevo en un avión tras 5 horas retenidas en gris,que ahora se volvía blanco y caliente. Volamos dos horas entre nubes muy densas que solo nos permitieron descubrir Salta durante el aterrizaje, que nos sorprendió verde, verde, verde y fresco,praderas y grandes montañas y cerros. "¡Que verde!"
Y ahí es cuando realmente sentimos que comenzaba algo.


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