
No hay nada más
triste que un lobo sin manada. Un lobo que, por querer cazar a la presa por su
cuenta, al final es derrotado por ella fallando al grupo; y, voluntaria o
forzosamente, ha terminado alejándose de este, vagando por la nieve, esperando volver a formar parte de esa familia algún
día.
Y sí, no fue una, sino dos veces las que he fallado a mi equipo...